viernes, 7 de noviembre de 2014

Marca paso

El corazón es un músculo, importante para mi, importante para ti.
Importante e imprescindible para todos.
Es imposible mantener el corazón bajo control, desacelerado, estable y con un sonido perfectamente constante. Por el contrario, este músculo al que tanto tratamos de cuidar tiene una sinfonía un tanto complicada, llena de altos y bajos, con notas complejas y compases solitarios. 
Entonces, si el corazón como tal, está creado para ir al ritmo de si mismo, ¿ por qué tratamos de cambiar su melodía? ¿Por qué obligarlo a cambiar de compás?
¿Por qué quitarle esa belleza natural de rebeldía e ímpetu que le da el reconocimiento de ser uno de los órganos más importantes de nuestro cuerpo? ¿Por qué?

¿Y si el corazón fue creado para otro motivo más que el de ser el órgano que bombea sangre para mantenernos con vida? Tal vez en algún rincón tenga alguna razón más.
Tal vez esa razón sea el amor.
Tal vez en su intento de hablar y expresarse se muestra tan rebelde, marcando un ritmo, una melodía única y especial.

El corazón llega a encontrar una melodía que va al compás de él, que lo sigue, que lo acompaña, que lo complementa. 
Sabe que tarde o temprano esa melodía que lo acompaña, terminará. Se irá y terminará en un silencio apacible.

Es entonces que debe de acordarse que ante algún evento inesperado, debe ponerle un marcapaso a sus heridas.

Pero el corazón, como es rebelde, trata de aferrarse a la melodía que lo acompañó durante este tiempo, trata de combinar notas, ritmos para así tratar de contar una historia que no tiene final.
Tanta es la rebeldía del corazón que llega a componer melodías ajenas a sus propios latidos, inmersos en la fuerza de la orquesta del alma.

Es entonces que llega el momento. 
La melodía no puede seguir y termina.
Y es que el corazón ha intentado tantas cosas que dejó de tocar su propia melodía, dejó de ser él.
La melodía cesa y duele, tal vez por falta de cariño, paciencia o confianza; o tal vez otro corazón le empezó a tocarle la melodía de su alma. 
Es entonces que se da cuenta que el corazón a quien se aferró por tanto tiempo ya no está, la dejó.
Por otro cantar, por otro amor.

El corazón con miedo sólo escucha un latido, el suyo.
Por minutos, incluso horas se queda conmocionado
Sabe que no puede quedarse quieto porque dejaría de dar la vida

Es entonces que el dueño del cuerpo se da cuenta que le han quitado algo muy preciado, piensa que jamás volverá a enamorarse, que por más que la vida le presente a varias personas no podrá volver a amar. 
Piensa que la melodía que lo acompañó durante ese tiempo jamás volverá a repetirse, que ya nada tiene sentido, se encierra y pone en si mismo barreras que lo encarcelan en una prisión con barrotes y eslabones invisibles.
El corazón, por primera vez, conoce el miedo.

Por más que quiera quedarse quieto no puede, no debe.
Obedece a la única acción que conoce, pese al dolor bombea sangre al resto del cuerpo una vez más.

Por fortuna o por costumbre, el corazón sigue latiendo
Pese a que conoció el miedo, se da cuenta que debe seguir
Que de él depende el cuerpo y también el alma

El corazón aprende que la melodía que la acompañó por ese tiempo fue única, sí.
Pero se da cuenta que el compás y ritmo que nunca debe perder es el de la melodía de su propio corazón.
Único.

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